jueves, 8 de julio de 2010

El Lobo que Acecha a las Ovejas Perdidas.

Lo que transcribo a continuacion es un extracto del texto que escribio el periodista Pablo Sirvén en Diario La Nacion para el Dia del periodista ultimo. (7 de junio 2010)


Las ovejas descarriadas deben ser reconducidas a su corral, pero no conviene que esa tarea quede a cargo del lobo feroz. Algo similar sucede con el periodismo argentino, que hoy está cumpliendo dos siglos de existencia.

Por supuesto, los que trabajamos en los medios tenemos todavia mucho que revisar y corregir, pero no parece ser el actual gobierno el más indicado para darnos clases de periodismo, materia cuya sola mención le produce intensa urticaria.

Tan importante aniversario (200 años de labor ininterrumpida) sorprende al periodismo argentino en su momento más oscuro desde la restauración de la democracia, en 1983. Es verdad que cualquiera puede todavia decir y escribir lo que quiera, pero lo cierto es que debe hacerlo en un clima de creciente agresión (escraches, pintadas o afiches anónimos...)

El peor legado que dejará la era kirchnerista en materia de libertad de expresión, con todo, no será el diario hostigamiento verbal a medios y a periodistas desde lo mas alto del poder, inédito en su persistencia desde el fin de la última dictadura militar, sino la captación mediante estimulos económicos o la prédica pertinaz, casi a manera de adoctrinamientos cerril, de personas y personajes que en otros contextos supieron ser honorables y lúcidos.

Esas personas ahora se han transfigurado, en el mejor de los casos, en ingenuos gandos por la causa oficial y, en el peor, transfugado como militantes enfáticos de una gestión que les da de comer y que, en no pocos casos, los ha vuelto prósperos cuentapropistas bendecidos por el pluriempleo superlativamente remunerado. Desde luego, no se incluye en el grupo que se acaba de describir a los muchisimos ciudadanos que, convencidos, avalan el proyecto político que gobierna desde 2003 y que merecen la debida consideración.

Una consideración que, llamativamente, los máximos referentes de "el modelo" (como gustan llamar a su proyecto politico), Nestor y Cristina Kirchner, no suelen tener siquiera con su propia y creciente tropa mediática. En efecto: en sus diatribas constantes y despectivas a la "corporacion mediática" ni siquiera hay, alguna vez, una distincion hacia aquellos periodistas que sólo aplauden cada uno de sus gestos.

Más llamativo resulta todavia que ese dócil grupo en aumento de periodistas oficialistas festeje y avale alborozado cada uno de esos ataques indiscriminados contra la prensa.

Las paradojas se atropellan unas con otras de manera sorprendente: no pocos de los que hoy integran gustosos la claque oficial vituperaron durante años (lo siguen haciendo) a Bernardo Neustadt, al que siempre acusaron de haber sido oficialista de varios gobiernos. Más: ciertos sectores autodenominados generosamente "progresistas" que, efectivamente, sufrieron en los turbulentos años 70 injustos exilios, censura, persecución y marginación por sus maneras de pensar traicionan hoy escandalosamente su propia historia propiciando el férreo disciplinamiento de los contenidos periodísticos. Dictan cátedra de qué se debe decir y cómo; atribuyen intenciones aviesas a todo contenido que se aparte dos milímetros del evangelio K acusándolo de "destituyente" y dan fundamento seudointelectual a las huestes de bloggers y twitteros ad honórem y rentados que cada minuto del día salen a rebatir desde la difamación o la argumentación precaria cualquier cosa mínimamente negativa que se diga o se escriba sobre el Gobierno.

¿No es una perversa metáfora de la historia que aquellos perseguidos de entonces hoy se constituyan en virtuales y voluntarios "asesores literarios" del kirchnerismo para objetar del derecho y del revés cada nota, columna o hasta tweet que puedan incomodar a este gobierno?

La porfiada decisión de reescribir la historia desde cero del matrimonio Kirchner a partir de 2003 se construyó sobre sucesivas negaciones: la economía NO mejoró a partir del interinato de Duhalde; los derechos humanos NO fueron preocupación de ningún gobierno anterior; la Argentina del Centenario NO fue próspera y la proyección sobre el Cabildo, en las celebraciones del Bicentenario, NO incluyó imágenes de Sarmiento ni de Mitre porque son figuras que no están bien vistas en el actual catecismo oficial.

Pero también echó sus bases sobre otras afirmaciones: el proyecto político iniciado en 2003 constitutye el mejor gobierno de la historia; los militares son malos; los curas también; ultimamente la Justicia, asimismo, cayó en desgracia, y, por supuesto, los medios y los periodistas que critican son enemigos acérrimos desde la primera hora.

Se machaca con el sonsonete de la "corporación mediática" para incluir a un conglomerado de medios que compiten entre sí y que no arman su agenda informativaen una misma mesa y de manera conspirativa, porque fastidian con sus enfoques críticos. No hay que olvidar que los Kirchner provienen de Santa Cruz, donde predominó la prensa oficialista subsidiada dede el Estado y se redujo casi hasta la inexistencia cualquier voz disonante. El pecado de la "corporación mediática" es su alto grado de repercusión que obtiene por parte de la gente que la consume por puro gusto o afinidad.

Es que el único "piolín" que el Gobierno aún no puede manejar, y por eso sangra por esa herida que quiere suturar como sea (agitación política en torno del juicio de filiación de los hijos de la dueña de Clarín, acoso a Papel Prensa, etc).

Nada se habla, en cambio, de "la otra corporación mediática", un conglomerado multimediático de diarios, revistas, radios, prensa gratuita, canales de TV, periodistas, artistas y otros referentes, más la abultada publicidad oficial repartida discrecionalmente, el futbol para todos y la TV digital estatal, que engruesa día a día un aparato estatal y paraestatal de comunicación bastante irregular y oneroso para el erario. Salvo 678 (una suerte de versión humorística del noticiero procesista por excelencia, 60 minutos), que ha logrado cierta repercusión, ninguno de los medios creados a la sombra de empresarios amigos ha logrado más que una mínima influencia por fuera de sus reducidos públicos.

No obstante, la prédica envenenada contra la prensa ejercida sistemáticamente las 24 horas del día por los realmente convencidos y los que Perón denominaba acertadamente "idiótas útiles" colocan al periodismo en el banquillo de los acusados como sospechoso de todos los males: no hay inseguridad, no hay inflación, ni falta el gas, sólo son pérfidas "sensaciones" maquiavélicamente impuestas por los malvados periodistas.

En tan inquietante contexto, 200 años después del primer número de la Gazeta de Buenos Ayres, se comprenderá por qué no hay mucho para festejar: acá estamos entrampados discutiendo temas que se pensaban superados hace décadas y con un lobo feroz al acecho para dar nuevos zarpazos en el momento menos pensado.

(Pablo Sirven.)